Los metales no ferrosos son todos aquellos que carecen o tienen cantidades despreciables de hierro. Estos, en diferentes proporciones másicas, son utilizados para la creación de aleaciones que exhiban mejores propiedades físicas que los metales individuales.
Así, sus estructuras cristalinas e interacciones metálicas son la piedra angular de las aplicaciones de las aleaciones no ferrosas. Sin embargo, estos metales puros encuentran menor número de usos debido a que son muy sensibles y reactivos. Por este motivo, funcionan mejor como base y aditivo para las aleaciones.
El bronce es una aleación no ferrosa; principalmente consiste de una mezcla dorada de cobre y estaño. El cobre de la aleación se oxida y forma CuO, compuesto que ennegrece su superficie dorada. En ambientes húmedos, el CuO se hidrata y absorbe dióxido de carbono y sales para formar compuestos azul-verdosos.
Por ejemplo, la Estatua de la Libertad está recubierta por capas de carbonatos de cobre (CuCO3) conocidas como pátina. En general, todos los metales se oxidan. Dependiendo de la estabilidad de sus óxidos, protegen en menor o mayor grado las aleaciones frente a la corrosión y factores externos.
Tipos de metales no ferrosos
En términos muy generales, los metales no ferrosos pueden clasificarse en tres tipos:
- Pesados (plomo),
- Ligeros (cobre y aluminio) y
- Ultraligeros (magnesio).
A su vez, estos se dividen en dos subclases: los de puntos de fusión medios y los de puntos de fusión altos.
Otros tipos de metales no ferrosos corresponden a los metales nobles (o preciosos). Ejemplos de estos son los metales con estructuras ccp (a excepción del aluminio, níquel y otros).
Igualmente, los metales de las tierras raras se consideran no ferrosos (cerio, samario, escandio, itrio, tulio, gadolinio, etc.). Por último, los metales radiactivos también cuentan como no ferrosos (polonio, plutonio, radio, francio, ástato, radón, etc.).
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